Nacen como un lugar para guardar, refugio y viviendas, tanto de las bestias como de las personas, que llegaban de puntos muy dispares el día anterior, y pasaban la noche en ellos, esperando por la feria del día siguiente.
Los pendellos fueron construcciones humildes, que cumplían la función para la que fueron diseñados a la perfección. Así podemos distinguir los Pendellos expositores, con los mostradores de mampostería para la exhibición de los productos del campo, a cubierto del sol y la lluvia.
Los casetos, y pendellos almacén, para o ganado, y mismo con el paso del tiempo, las viviendas, que iban a servir de posada y albergues.Así podemos contemplar hoy, los de dos pisos, en los que en la parte baja dormían y se guardaban las bestias, y en el piso de arriba las personas.
Estas edificaciones pertenecían a las familias generalmente más acomodadas y de recursos económicos por encima de la media.
En general son edificaciones muy rústicas en piedra, madera y teja, de unos veinte metros, y dos metros como mucho de alto. Muchos de ellos, con un murete rematado en una losa de granito, en los que se colocaban los marcadores.
Sus orígenes se pueden datar sin miedo a error, en el siglo XVIII, hoy bien de interés cultural y espacio protegido, en período de rehabilitación y recuperación, que acabó con la progresiva desaparición de muchos de ellos en los años sesenta del siglo pasado, afortunadamente, aún que hoy en día solo podemos contemplar un tercio del total de lo que en sus mejores días fueron, y que albergaban una de las más importantes ferias de toda Galicia.
El valor de la Feria de Agolada no radica en esta o en aquella piedra granítica, sino que constituye uno de los pocos ejemplos que se conservan en toda Europa de los antiguos mercados, casi intacto.
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